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Medio Ambiente y Sustentabilidad
La producción orgánica como modelo de desarrollo
Fuente: Agrositio
Por Organización Internacional Agropecuaria


La  definición tradicional nos revela las dimensiones más evidentes de lo que se conoce como “producción orgánica”. Entre ellas, el cuidado de la salud del productor, sus colaboradores y del consumidor; el cuidado del medioambiente a través de fomentar la biodiversidad; y el cuidado y mejora del suelo.

Pero esta definición no saca a la luz las importantes dimensiones que la convierten en un modelo de desarrollo alternativo al actual. Dichas dimensiones están relacionadas con el cuidado del territorio a través del mantenimiento de las poblaciones rurales; la generación de redes de pequeños productores, sólo viables gracias al asociativismo; el fomento del consumo local; el cuidado del entramado social y la revitalización de las comunidades rurales. Hay otras dimensiones sobre las que actualmente se está explorando su impacto, de las cuales destacaremos dos. En primer lugar, quizás la más relevante, la Agricultura Regenerativa, uno de los umbrales más elevados de la Producción Orgánica que está impactando en todos los sistemas productivos. Y, en segundo término, la indagación de tecnologías amigables con el medio ambiente, hoy también en uso en la agricultura convencional.

La producción orgánica es un sistema o modelo productivo con características específicas, que bien puede analizarse como otras cadenas agroalimentarias, similar en sus componentes, pero de eslabones más cortos. Así es que la cadena está integrada por productores primarios transformadores, distribuidores, comercializadores, exportadores, supermercados, tiendas especializadas, transportistas y, a diferencia de otras cadenas, también posee sistemas de distribución domiciliaria, ferias y diversos puntos de venta. La diferencia fundamental de la cadena orgánica con otras cadenas tradicionales es que los alimentos se gestionan considerando los impactos de cada uno de sus eslabones, y eso es lo que premia un consumidor orgánico.

Al considerar cómo la producción orgánica se ve impactada actualmente por el COVID-19 nos encontramos con situaciones similares a las del sector convencional, definiendo a éste como el que utiliza productos de síntesis química en la gestión productiva y también permite los organismos genéticamente modificados. Los problemas en común que los afectan son muy diversos: falta de cosecheros, ruptura de la cadena de pagos y falta de acceso a insumos, entre otros.

Ante la situación particular de la pandemia es posible diferenciar reacciones distintas en el ámbito urbano y el rural: el campo con un desempeño casi normal y trabajando al ritmo habitual y la ciudad con un gran riesgo de contagio, actuando de manera temerosa y, por momentos, con conductas irracionales, que algunos califican como propias de una psicosis colectiva. 

Esta situación determina conductas claramente diferenciadas: en el campo la naturaleza sigue su ritmo normal, nada ha cambiado demasiado, todos los sistemas actúan casi sin enterarse que existe una pandemia. En consecuencia, los productores siguen trabajando de manera normal, con excepción de algunas modificaciones debidas a factores externos a los sistemas biológicos productivos, como ser el transporte, la mano de obra, el acceso a circuitos financieros o la alteración de la cadena de pago, entre otras.

Por el contrario, en la ciudad, la conducta de todos ha sido notablemente modificada y regida, ciertamente, por los diferentes niveles de miedo que afectan a la población, reaccionando ésta de manera anormal frente a lo desconocido.

A pesar de estas distorsiones que pudieran presentarse, los alimentos orgánicos siguen llegando al consumidor, la cadena funciona prácticamente con normalidad, abasteciendo a quienes esperan cada día un alimento diferente para su dieta. En la exportación todo funciona casi normalmente, el flujo de productos orgánicos es el habitual, sólo alterado por los factores externos que afectan el flujo del comercio a nivel global.

Los mercados, a su vez, siguen en un nivel de abastecimiento y consumo normales. Como sucedió con todos los productos alimenticios al principio de la pandemia, los consumidores de alimentos orgánicos acumularon productos, especialmente los no perecederos, previendo potenciales problemas de abastecimiento.

El consumidor actual está experimentando un cambio de percepciones y prioridades, inclinándose por un alimento seguro que responda a sus expectativas. Estas expectativas no están sólo relacionadas con la seguridad intrínseca del alimento, sino también con los impactos y el grado de seguridad generado por la gestión de los alimentos, desde la producción de sus materias primas hasta que éstos llega a su mesa.

Cuánto durará este fenómeno de cambio y qué intensidad tendrá nadie lo sabe con certeza. Sí es posible afirmar que cuanto más intensa y prolongada sea la situación actual, más profundos y duraderos serán los cambios en el consumidor. Queda a la vista una vez más, que está en las manos de los consumidores de las ciudades la fuerza que dará forma a la nueva realidad, no sólo porque ellos representan un altísimo porcentaje de la población, sino porque son los que están sufriendo con más intensidad la pandemia y quienes más buscan seguridad en lo que consumen frente a esta situación.

Se vislumbran, en consecuencia, escenarios futuros que impactarán positivamente el consumo local. Hoy el consumo de cercanía se está fortaleciendo y el consumidor tenderá a favorecerlo aún más, ya que esta modalidad da respuesta a sus necesidades y seguirá haciéndolo, además de satisfacer la necesidad de respuesta a las inquietudes de demanda social y medioambiental. Todo lo expuesto determinará, sin duda, un cambio profundo en el modelo de desarrollo, ya que está claro que el modelo actual nos llevó donde estamos, que no es donde queremos estar.

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